Mucho se podría escribir sobre los libros que se leyeron para las actividades académicas de la Real Universidad y otras instituciones educativas como el Colegio de Minería, la Academia de San Carlos y otros colegios entre los que destacan los de los jesuitas. Sin embargo, en este artículo se desea resaltar los libros académicos impresos tanto en Europa como en México que puedan ser reconocidos, porque la manera en que están citados dificulta la tarea. Igualmente se ha tratado de identificar los títulos y los autores especialmente en el catálogo de la Biblioteca Nacional de México porque es la institución que recibió la mayor herencia bibliográfica de la época colonial, pero también en otras bibliotecas. Se respetó la ortografía original de los textos mencionados y éstos son acompañados de ilustraciones de sus portadas.
Palabras clave: libros académicos, Real y Pontificia Universidad de México, universidad, libros de texto en Nueva España, México.
Muito se poderia escrever sobre os livros que se leram para as atividades acadêmicas da Real Universidad e outras instituições educativas como o Colegio de Minería, a Academia de San Carlos e outros colégios entre os quais destacam os dos jesuítas. Porém, neste artigo se deseja ressaltar os livros acadêmicos impressos tanto na Europa como no México que possam ser reconhecidos, porque a maneira em que estão citados dificulta a tarefa. Igualmente se tem tratado de identificar os títulos e os autores especialmente no catálogo da Biblioteca Nacional de México porque é a instituição que recebeu a maior herança bibliográfica da época colonial, mas também em outras bibliotecas. Se respeitou a ortografia original dos textos mencionados e estes são acompanhados de ilustrações de suas portadas.
Palavras chave: livros acadêmicos, Real e Pontificia Universidad de México, universidade, livros de texto na Nueva Espanha, México.
Much could be written about the books that were read for the academic activities of the Royal University of Mexico and other educational institutions such as the Colegio de Minería, the Academia de San Carlos and other schools among which those of the Jesuits stand out. However, in this article the authors wish to highlight the academic books printed in Europe as well as in Mexico that can be recognized as part of other discourses, because the way they are cited makes the task difficult. We have tried to identify titles and authors especially in the catalog of the National Library of Mexico because it is the institution that received the largest bibliographic heritage of the colonial period, but also in other libraries. The original spelling of the mentioned texts was respected and they are accompanied by illustrations of their covers.
Keywords: academic books, Real y Pontificia Universidad de México, university, textbooks in New Spain, Mexico.
La Real Universidad fue fundada por Carlos V el 21 de septiembre de 1551, a través de su hijo el príncipe Felipe, la ceremonia de inauguración fue en enero de 1553 y el 3 de junio de ese año comenzaron las lecciones con la cátedra de retórica de Francisco Cervantes de Salazar. Fue la primera universidad laica de América pues como asienta Pérez (1970: 18), ”La universidad de México fue la primera universidad seglar y pública del continente americano creada con sentido integracionista para 'los naturales' y los hijos de los españoles. Su vida fue fecunda e ininterrumpida hasta que la estructura social en que había nacido se modificó sustancialmente”. Fue una universidad laica por casi 50 años, sus cursos no se dieron en un estudio del convento de los dominicos como sucedió en las universidades de San Marcos y de Santo Domingo. La universidad tenía su sede propia y contaba con un presupuesto otorgado por el rey para pagar a sus maestros y cubrir otros gastos. La Universidad fue reconocida por el papa hasta finales de siglo cuando se convirtió en Real y Pontificia Universidad. Fue la primera universidad del continente que abrió sus cursos y poco a poco se convirtió en la universidad más importante del Nuevo Mundo por sus contribuciones académicas, favorecida por el ambiente cultural y tecnológico que se vivía en México ya que se disponía de la imprenta desde 1539. Fue la primera universidad fuera de Europa que utilizó la imprenta para apoyar sus actividades y de la única que se conservan tesis para optar por un título o grado académico en la Universidad.
La información disponible sobre el funcionamiento y la organización de la Real Universidad es poco clara y en ocasiones contradictoria, como veremos en el desarrollo de este escrito.
La Universidad abrió sus cursos con tres facultades mayores, las de Teología, Cánones y Leyes y una menor, de Artes, además de la cátedra de Medicina, posteriormente facultad. Algunos autores mencionan que funcionó con cinco facultades, sin mencionar las características anteriores. Otorgaba el grado menor de bachiller y los grados mayores de licenciado, maestro y doctor.
La Universidad comenzó con ocho o diez cátedras, a mediados del siglo XVII contaba con 23, incluyendo dos de las lenguas mexicanas náhuatl y otomí y al finalizar el siglo XVIII se impartían 28. El método habitual de enseñanza era la lectio, o explicación de un texto de allí el nombre de lectores que también se daba a los catedráticos porque básicamente leían los textos señalados por el plan de estudios seguidos de comentarios. Los catedráticos eran designados por el virrey, la audiencia y el claustro. Eran casi siempre frailes dominicos o agustinos, pero igualmente hubo muchos seglares. La lengua en que se estudiaba, se leía, se escribía y se dialogaba en el medio académico era el latín aunque también se usó el castellano.
Los estudiantes debían “legere, repetere et disputare”, es decir debían aplicarse a un sistema de estudio basado en la memorización. Leer, repetir y discutir expresan con claridad y sencillez no sólo la concepción medieval de generación del conocimiento a partir de los textos sino también el sentido genérico de la escritura: hecha para ser leída, pero también, en cuanto tal, sostén de la memoria y que permite preservar y repetir la información.
En ocasiones catedráticos eminentes redactaban sus propios textos, como fueron los casos en la Nueva España, de fray Alonso de la Veracruz y de Francisco Cervantes de Salazar en el siglo XVI y José Ignacio Bartolache en el siglo XVIII.
Los libros académicos que se han podido identificar analizando los Estatutos de Cerralvo, las Constituciones de Palafox y otros textos relacionados con la Real Universidad se mencionarán a continuación.
En esta facultad menor se enseñaba filosofía y lógica, Fray Alonso de la Veracruz, como maestro del primer curso de filosofía en la Real Universidad, escribió y publicó una obra de lógica formal, la Recognitio Summularum y otra de lógica material, la Dialectica Resolutio. En 1557 publicó la Physica Speculatio que trata de filosofía natural.
La Recognitio Summularum y la Dialectica Resolutio fueron impresas en México por Juan Pablos en 1554. La Dialectica tiene una dedicatoria de Fray Alonso a la Universidad y un prólogo de Francisco Cervantes de Salazar. La Physica Speculatio—Juan Pablos, 1557— es considerado el primer libro científico impreso en América. Los tres libros de Alonso de la Veracruz fueron textos académicos en la Real Universidad y también en la Universidad de Salamanca e impresos en esa ciudad varias veces.
La Dialectica, junto con la Recognitio Summularum y los Dialogos Latinos deCervantes de Salazar constituyen los primeros textos universitarios publicados en México y en América.
De acuerdo con los Estatutos de Cerralvo (1626), que en su Titulo 15 dice: ”De lo que han de leer los catedráticos de Artes” (Proyecto…, 1991: 85), se mencionan las lecturas de los tres años que duraba el curso. En el primer año se tenían que leer las Súmulasde Villalpando y la Lógica por el maestro Domingo de Sotto. Las Súmulasde Villalpando no pudieron ser identificadas, ¿era Juan Bautista Villalpando, 1552-1608? La única edición de lasSumulas que se encuentra en la Biblioteca Nacional1 es de Domingo de Soto (1494-1566); Summulae, Salmanticae: In aedibus Dominici a Portonariis, 1575 (RFO 230 SOT.s. 1575, Biblioteca Nacional de México (BN)).
En esto coincide Mauricio Beuchot (1987: 17) al afirmar que el primer libro de texto utilizado en la Real Universidad para la enseñanza de la filosofía en 1553, fue el de las Súmulas de Soto, para lo cual se utilizó la segunda edición española de 1543, no localizada, y las que siguieron como la ya mencionada. La Lógica de Domingo de Soto que se localizó es la impresa en Madrid en 1673, pero no se encuentra en ninguna biblioteca mexicana: Domingo de Soto (1673), Commentaria in Aristotelis Logicam: ex doctrina sapientissimi magistri Fratris Dominici de Soto, Ordinis Predicatorum desumpta Hanc quartam editionem nec non totam Dialecticam, et Philosophiam, Sacra Deipara, nec non santissimo eiusdē Rosario, dicat, et consecrat, humilis seruus F. Petrus Diaz de Cossio, eiusdem Ordinis Pradicator, Matriti; Ex Typographia Iosephi Fernandez de Buendia.
“El tercer año…se leerán los Físicos del mesmo maestro Soto” (Proyecto…, 1991: 86), la Biblioteca Nacional no tiene esta obra, pero si las siguientes sobre los Fisicos de Aristóteles:
“E habiendo concluido con los Fisicos con la brevedad dicha, pasarán a leer los libros De jeneratione Et corruptione, e los De Anima aprovechándose de los espositores que les paresiere…” (ibid.: 86). Título 16. “Lo que han de leer los catedráticos de rretórica e gramática […] la una hora de Laurencio Vala y la otra de un poeta o estoriador qual el rrector lo signare ad vota audientium”; la obra de Vala es:
Título 9 (Estatutos de Carralvo) “De lo que an de leer los catedráticos de cánones de la rreal universidad […] desde el proemio de Gregorio 9 e primero libro de las decretales, el texto De electione…”
La enseñanza de este derecho estuvo basada en las colecciones de decretos integrados en el Corpus Iures Canonici, que son las cartas de los Papas escritas entre los siglos IV al XV, por medio de las que comunicaban sus decisiones referentes a cuestiones disciplinares; son parte del Derecho canónico.
Cuatro colecciones de decretos, junto con las decretales de Gregorio IX y el Decreto de Graciano, constituyen a partir del siglo XVI el Corpus Iuris Canonici: las colecciones de 1298, “Liber Sextus”, las de 1314 “Extravagantes Clementinas”, las “Decretales extravagantes” de Juan XXII (1316-34) y las “Extravagantes comunes”, surgidas de 1294 a 1484.
Existen en la Biblioteca Nacional las siguientes obras:
El catedrático de decreto, “El primer año comenzará el principio de las distinciones y proseguirá en esta manera: desde San Lucas a navidad leerá e acavará toda, e la Electiones” (Proyecto…, 1991: 77).
Título 10. “De lo que a de leer el catedrático Sexto que añade en esta Univercidad”. Tenía que leer dos años de Título y una de Clementinas. Las Clementinas eran las colecciones de derecho canónico publicadas por el Papa Juan XXII en 1347, comprendían los cánones del Concilio General de Viena y las decretales de Clemente V.
En la Biblioteca Nacional se encuentra, entre otras, la bella obra:
“El catedrático de prima de leies leerá el primero año de Digesto Biejo y el segundo del Esforsado y el tercer de Digesto nuevo” (Proyecto…, 1991: 77) relacionados con el derecho romano, el Copus Iuris Civilis, reunión de leyes romanas por orden de Justiniano.
El Digesto viejo fue publicado en el año 1529 y el Digesto Nuevo o Códice de Justiniano publicado en 1534; surgieron entonces las Pandectas, la Instituta y las Novellae. En la Biblioteca Nacional se encuentran las tres siguientes obras de Baldo degli Ubaldi (1327?-1400), que seguramente fueron textos utilizados en la Real Universidad:
Se señalan las lecturas para el segundo y “tersero” año también relacionadas con los Digestos. En el quarto año se leerá “del título De Petitione hereditatis, elijiendo de los títulos más capitales e famosos…” (ibid.) obra no identificada. La lectura para el quinto año será De fideicomiscis:
El catedrático de instituta, “El primer año leerá, del libro primero de Ynstituta, del título De patria postestate […] Seguno año leerá el título De rrerum devisione […]” (ibid.) y así hasta el quinto año.
Se consideró que todos eran textos teóricos que no tenían que ver con la vida práctica, por eso en 1789 el virrey Revillagigedo propuso incorporar el derecho real al curriculum de la Facultad de Leyes a través del texto de Eusebio de Ventura Beleña, Institutta Civilis Hispano Indiana, pero no fue aceptado. En 1803 el arzobispo Lizana sugirió una cátedra de eclesiástica siguiendo la obra de Thomassino Instituta Canonica (Ramírez e Hidalgo, 2001: 73). De Ventura Beleña se encuentran en la Biblioteca Nacional:
Título 12, “De lo que an de leer los catedráticos de prima e vísperas de teulogia e biblia. En la catedra de teología de prima e vísperas, se an de leer los quatro libros de las sentencias del Maestro, como manda la constitución, desta manera que se lean las partes de santo Tomás…” (ibid.). El Maestro era Pedro Lombardo (1100-1160) teólogo y autor del libro básico para la enseñanza de la teología en los siglos XII a XVI, el Libro de las sentencias. La Biblioteca Nacional de México no tiene ningún ejemplar de este libro, en la Biblioteca Nacional de España se encuentran éstos:
De Santo Tomás de Aquino, la Biblioteca Nacional de México conserva 63 obras impresas en el siglo XVI, de estas se pueden mencionar:
Título 13, “De lo que a de leer el catedrático de prima de medicina. El primer año […] el titulo De clementiz, Temperamentis, Umoriv, De pulsibus et urinis. El segundo año leerá de Diferencis febrium, De sanguinis micionem et De arte curativa/ad Glauconem. El tersero año leerá del Pidemias o del método de Galeno. El catedrático de vísperas de medicina a de leer […] Aforismos de Hipócrates comentados por Galeno…” (Proyecto…, 1991). Menciona las lecturas del segundo al cuarto año y para el “tersero” señala leer “del Pidemias o del Método de Galeno […] El catedrático de vísperas de medicina a de leer lo ciguientte […] El primer año leerá, de los siete libros de Yppócrates de Aforismos, los que fueren mas necesarios […] El quarto año leerá los Pronósticos en algunos aforismos que convienen con los dichos pronósticos”.
La obra más antigua de Galeno se conserva en la Biblioteca Histórica Doctor Nicolás León de la Facultad de Medicina de la UNAM: Galeni Librorum, 5 ed, Venetiis, Iunta, 1576, 6 vols.
De Hipócrates resguarda seis ediciones, las más antiguas son la de 1546 y la de 1596 que trata de los pronósticos:
La Biblioteca Nacional cuenta con seis impresos de Hipócrates, de 1552 a 1770, un ejemplo:
Algunos comentarios sobre las obras de Hipócrates:
Título 14. “De lo que a de leer el catedrático de sirugia i anatomía”, señala que los primeros dos años se leerán los libros de Galeno y los otros dos años la “sirujía meramente siguiendo a Guido, antiguo docto barón que se fundó con dotrina de Galeno y de Ippócrates y Avizena, y siga su moda en leer por capítulos” (ibid.).
En la Biblioteca Nacional se encuentra un interesante texto:
De las obras de Guido en la Biblioteca Nacional se pueden mencionar:
Además de los cursos de las facultades mencionadas, se impartieron cátedras sueltas como astronomía, matemáticas, lenguas indígenas —náhuatl y otomí— aritmética, álgebra, geometría, etcétera, como ejemplo de los textos utilizados, el Arte de la lengua Mexicana y Castellana, de Alonso de Molina, publicado por Pedro Ocharte en 1571 y por Pedro Balli en 1576, fue lectura obligatoria para la cátedra de lengua mexicana en el siglo XVII, según se menciona en los Estatutos de Cerralvo, Título 39: De la cátedra de lengua mexicana 3. “Yten, se hordena que el que saliere con la cátedra, lea el Arte de la lengua mexicana por el de Molina, procurando mas enseñar ministros que hacer demostración de sientífico en ella” (Proyecto…, 1991:173).
José Ignacio Bartolache fue doctor en medicina y maestro suplente de matemáticas, nunca ganó la titularidad de la cátedra, pero fue autor del texto obligatorio de matemáticas: Lecciones matemáticas. Que en la real Universidad de México dictaba D. Josef Ignacio Bartolache... en la Imprenta de la Biblioteca Mexicana, 1769. Bartolache editó el primer periódico de noticias médicas, el Mercurio Volante, se puede decir que éste fue el primer periódico académico.
TÍtulo 23. De los grados de licenciados, doctores y maestros. En el punto 9 se señalan los libros que el que se va a graduar debe escoger para su primera lección; se mencionan nuevamente, de acuerdo con la especialidad, los Decretales, el Digesto viejo, los libros del Maestro de las sentencias, las lecciones de Galeno, los Pronosticos, las lecciones de Avisena, de Aristoteles los ocho libros de los Fisicos y la Logica y el libro de las Oraciones de Cicerón: Marco Tulio Cicerón. M.T. (1603), Ciceronis Oratoinvm: a freigio notis perpetvis illlustrtarum, Hanoviae, Impensis Claudij Marnij (805 CIC.or6 1603, BN).
Para las “oposisiones” mandaba que la “universidad tenga los libros de Derecho Canonico y Sivil, Maestro de las sentencias, y los demás libros de medicina y artes; y se guarden y se enquadernen y rrenueven de suerte que no pueda aver fraude. Y si no los ubiere se compren del dinero del arca de la universidad…” (ibid.: 111).
Los libros antes mencionados aparecen también en las Constituciones de la Real y Pontificia Universidad de México, Segunda edición, dedicada al rey nuestro señor Don Carlos III, México, Imprenta de D. Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1775, conocidas como Constituciones de Palafox. Para un ejemplo véase la Constitución CC.LXXV (p. 160), en la que se indica que para el examen de Teología se han de señalar puntos en el libro de las Sentencias, para la facultad de Cánones en las Decretales, para leyes en el Digesto viejo, para medicina en los Aforismos de Hipócrates entre otros.
El Colegio de Minería fue solicitado al rey por Joaquín Velázquez Cárdenas de León y Juan Lucas de Lassagna. Pidieron la fundación de un colegio que formara expertos en ciencias básicas relacionadas con esas actividades como las matemáticas, física, química y mineralogía. Fundado en 1792 por Fausto de Elhuyar (1755-1833), eminente mineralogista, comenzó con un programa académico semejante al propuesto por los antes mencionados, pero se negó a aceptar maestros novohispanos como Antonio León y Gama para el curso de física; Elhuyar prefirió contratar maestros europeos. El Colegio abrió sus puertas el 2 de enero de 1792 con la Carrera de Perito Facultativo de Minas, para lo cual los estudiantes debían cubrir cuatro años de cursos teóricos prácticos: matemáticas, física, química y mineralogía y dos más de prácticas en los reales de minas.
Este auge se vio interrumpido por los movimientos de Independencia y durante el siglo XIX vivió nuevos problemas por la lucha de conservadores y liberales.
De los libros mencionados por María de la Paz Ramos, se encuentran en la Biblioteca Nacional:
En La Biblioteca Nacional de España hay ejemplares pero sin año de impresión.
Según Eduardo Báez Macías (2015: 9) la Academia de la Nueva España pasó por tres etapas: Escuela de Grabado (1778-1781), Escuela Provisional de Bellas Artes (1781-1783) y Real Academia a partir de 1783”. En diciembre de 1783 el rey de España, Carlos III, aprobó la fundación de la Real Academia de San Carlos de las Tres Nobles Artes de la Nueva España a petición de Jerónimo Antonio Gil (1732-1798), tallador de la Casa de Moneda, con el fin de mejorar el grabado de las monedas. En la Academia se formaban principalmente arquitectos, pintores, escultores y grabadores siguiendo el modelo de la Real Academia de San Fernando de Madrid. Fue director de la Academia el famoso escultor Manuel Tolsá.
Dice Eduardo Báez (2015: 22):
Entre los muchos textos utilizados se encuentran los de Andrea Palladio, del que citamos dos obras, y Pollio Vitruvio, de quien existen ocho obras, de 1497 a 1825, seis de las cuales pertenecieron a la Academia de San Carlos, una a los jesuitas y un incunable que fue propiedad de Sigüenza y Góngora.
Si bien no es un libro de texto, el siguiente es un bello libro académico:
Como es conocido, los jesuitas seguían las disposiciones de la Ratio Studiorum de 1599 que combinaba la teoría con la práctica. “Los jesuitas no tenían las restricciones de las órdenes monásticas y estaban ligados de manera especial al Papa a través de un cuarto voto de obediencia directa a su persona; se encontraban también en trato con seglares e instituciones seculares, y desde el punto de vista filosófico estaban más cerca de santo Tomás de Aquino y de Aristóteles que de Platón y de san Agustín” (Zermeño, 2001: 87). Los textos de Francisco Suarez y Luis de Molina fueron obras muy consultadas. En su prefacio al Zodiaco Mariano Francisco Javier Lazcano, quien enseñaba la teología de Francisco Suárez en la Universidad de México declara (Brading, 2001: 66).
Por su parte Luis de Molina y sus famosas reflexiones filosóficas sobre “la teoría del justo precio” fue autor de "Concordia liberi arbitriicum gratiae donis, divina praescientia, predestinatione et reprobatione”, Lisboa, 1588.
Zermeño asienta que la posición de Molina también es parte de una reforma pedagógica que abarcó a todas las facultades europeas y que implicó la sustitución del Libro de las Sentencias del maestro Pedro Lombardo como texto único de enseñanza, por la Summa Theologica de Tomás de Aquino. La reforma fue impulsada desde Salamanca por el dominico Francisco de Vitoria (Zermeño, 2001: 84). Resultados de estas lecturas fueron los debates de jesuitas y dominicos sobre el probabilismo.
Algunos de los jesuitas novohispanos que produjeron libros de texto sobre la Scientia media fueron Antonio Núñez de Miranda, 1669; Diego Marín de Alcázar, 1690; José Pedro Cesati, 1674; Pablo Salceda, 1671 y Matías Blanco, 1708.
Ignacio Osorio señalaba que la obra de Andrea Alciato, Omnia Domini Andreae Alciati Emblemata, impresa en México por Antonio Ricardo en 1577, formó parte del programa educativo de los jesuitas mexicanos desde el siglo XVI y observaba que los jesuitas consideraban a los epigramas llenos de erudición humanista y excelente para la formación literaria de los estudiantes (Fernández, 2009: 279).
La Biblioteca Nacional cuenta con varias ediciones de los emblemas de Alciato, pero no con la impresa en México, dos ejemplos:
José Gallegos Rocafull opinaba que Fray Bartolomé de Ledesma, autor de Septem Novae Legis Sacramentis Summarium, impresa en México por Antonio de Espinosa en 1556, escrita por compromiso, era de un estilo pesado y monótono, compuso otras que se perdieron, y que según García Icazbalceta perdura aún “la honorífica memoria de sus tratados de Justitia et jure, que acudían a oir y escribir en la Universidad de México los estudiantes cursantes de las cátedras de Leyes” (Gallegos, 1951: 233).
Por su parte, José Pascual Buxó, al referirse a los impresos mexicanos del siglo XVII, menciona:
Para terminar deseo recordar a ese gran novohispano, o sería más acertado decir a ese gran mexicano, Juan José de Eguiara y Eguren y su valiosa opinión sobre textos que debían leer los alumnos. Eguiara y Eguren se recibió de bachiller en Teología leyendo una hora de ampolleta sobre el maestro de las Sentencias, Pedro Lombardo, el 29 de abril de 1712, fue el autor de la primera bibliografía impresa en América en 1755, la Bibliotheca Mexicana y fue maestro de filosofía en la Real Universidad. Eguiara y Egurén, en cuanto al método docente que se seguía en la Universidad, mencionó que:
O sea que no era fácil identificar los títulos de los textos que debían leer los estudiantes, como sucede con los mencionados en los estatutos de la Universidad y que se relacionan en este capítulo.
Hasta aquí este acercamiento a los maravillosos libros académicos de la ilustre Real y Pontificia Universidad de México y otras instituciones educativas en la Nueva España.
*Rosa María Fernández de Zamora
Mexicana. Doctora en Historia, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Investigadora Titular C, Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información, UNAM, México. Temas de investigación: historia del libro en México, patrimonio documental de México y bibliografía mexicana. rmfe@unam.mx Regresar
1. Agradezco a la Biblioteca Nacional de México su apoyo para ilustrar este artículo. Regresar
2. Imágenes tomadas del libro Impresos mexicanos del siglo XVI… (Fernández, 2009). Regresar
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